Convenio Modernización de la Educación Pública 1928
Roger Díaz de Cossío 1 de mayo de 2008
En general, a lo largo del tiempo hemos producido bellas y numerosas leyes, hermosos decretos y acuerdos, llenos de buenas intenciones, pero el nivel de realización ha sido casi siempre poco efectivo y menor que el esperado. Esto, por falta de fondos desde 1833 hasta 1964, excepto un par de años de Vasconcelos (1921-22). Además, los tiempos políticos y sexenales se atraviesan en el tiempo de la educación y retrasan, inhiben o cancelan realizaciones.
En 1905 Justo Sierra fue nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes y en 1910 recreó la Universidad Nacional. En 1921 el presidente Obregón designó a José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, por primera vez con facultades en toda la República. A partir de entonces, la educación creció y creció en toda la nación, a pesar de conflictos magisteriales y políticos. Nada más para darse una idea: entre 1920 y 1982 la matrícula de educación primaria creció poco menos de 20 veces (de 840 mil a más de 15 millones de alumnos), mientras que la población aumentó casi cinco veces (de 15 a 73 millones de habitantes), a su vez un crecimiento demográfico descomunal.
Durante esos 42 años la Secretaría de Educación tuvo cobertura, poder político y económico en todo el país, puesto que controlaba y distribuía los presupuestos educativos, los más cuantiosos, con mucho, en casi todas las entidades. Algunos estados como Nuevo León y Baja California desarrollaron sistemas educativos propios, al mismo tiempo y en paralelo con la Federación.
En 1982 se celebró el Convenio de Modernización de la Educación Pública, en el cual se transfirió a los estados la operación de la educación básica (preescolar, primaria, secundaria, y normal). Se otorgaron además los presupuestos para pagar docentes, construcción y mantenimiento de edificios educativos. Los únicos servicios que la Federación siguió operando directamente fueron los del DF. El SNTE no se descentralizó, siguió con su misma organización, con varias secciones sindicales en los estados. En cambio, en todas las entidades, los gobiernos estatales crearon secretarías de Educación o institutos estatales de Educación para manejar por un lado a los maestros “federalizados” y por otro a los estatales, sobre todo porque tenían distintos regímenes de prestaciones. Poco a poco, se han ido unificando, aunque no por completo.
Entre 1982 y 2006 la matrícula de primaria ha permanecido casi constante, alrededor de 15 millones de alumnos, o ha disminuido un poco a medida que se ajusta cada vez más a las edades escolares y por cambios en la pirámide demográfica. La población de México en 2006 era de 103 millones de habitantes.
Hay ahora nuevos problemas en la educación nacional. No existe ninguna regla racional para distribuir dinero entre las entidades, salvo el número de alumnos. Como los presupuestos están sujetos a las inercias históricas, la distribución de recursos es ahora, en 2008, más o menos la misma que en 1982. La desconcentración no ha contribuido a la equidad entre regiones. Siguen subsistiendo los viejos problemas: un férreo control central tanto de las burocracias de las secretarías de Educación como de Hacienda. Los estados tienen muy poco margen de maniobra.
En todas las comparaciones internacionales queda claro que la calidad de los aprendizajes es mayor mientras más autonomía tengan las escuelas para pagar a sus docentes y decidir sus programas de estudios. En educación, libertad y calidad están íntimamente vinculadas.
Aun así la descentralización ha sido buena. Es un primer paso hacia la autonomía de las escuelas, de la que todavía estamos muy lejos.
De lo que se trata ahora es de que los gobiernos estatales tiendan a descentralizar internamente sus facultades, en algunos casos a los municipios y en otros a las mismas escuelas. Esto se logrará despacio. Ojalá que los secretarios de Educación de los estados no sean los nuevos emperadores de la educación y que ellos, a su vez, descentralicen.
rogerdc@prodigy.net.mx
Investigador de la UNAM
Editoriales – El Universal – Editoriales
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