La evaluación universal podría empezar en la oficina máxima de la SEP, luego, en la del SNTE.
La “evaluación universal” de docentes (apuntes en clave de Twitter). Viernes 27 de abril de 2012
Por Juan Carlos Yáñez Velazco*
La evaluación universal no es la piedra filosofal. Los sistemas educativos no se construyen desde la evaluación; pensarlo equivale a construir una casa desde el techo, pero la cordura no lo aconseja.
¿Por qué entonces la fiebre evaluadora? Vivimos la era de la evaluación, dicen los expertos. Hay razones para la moda.
Una: compramos el discurso de que si no evaluamos, es decir, medimos, no mejoramos.
Dos: porque es más “fácil” aventurar cambios en el sistema de evaluación que en los de aprendizaje. En otras palabras: es más cómodo elaborar baterías de reactivos que transformar prácticas docentes.
Tres: evaluar así, como se concibe, es responsabilizar al docente por el fracaso escolar, asunto colectivo.
Si sólo evaluando vamos a cambiar a México, entonces, pensemos lo que hace falta por evaluar. Hagamos un listado parcial.
La evaluación universal podría empezar en la oficina máxima de la SEP, luego, en la del SNTE.
¿Evaluación universal a los periodistas que, aun pagados con recursos privados, realizan una función social?
¿Evaluación universal a los empresarios que, además de arriesgar su dinero, reciben ayudas públicas por distintas vías?
¿Loret de Mola obtendría altas calificaciones en prueba Enlace o pasaría de panzazo?
¿Evaluación universal a diputados? ¿Evaluación universal a funcionarios públicos?
¿Evaluación a los árbitros de fútbol?, ¿a los futbolistas?, ¿a los comentaristas deportivos?, ¿a los “ventaneando”?
Con la evaluación universal muchos no tienen que preocuparse ya: exhibieron ignorancia y demagogia.
Como todos y todas prometen que van a cambiar al país cuando lleguen al poder, soñemos: cuando vivamos en el país de las evaluaciones universales, ¿quién evaluará a los evaluadores universales?
¿Entonces inventaremos otra historia, otro cuento chino, como dice Oppenheimer?
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